Cuando hablamos de la variedad Syrah, generalmente se abren un universo de opiniones y múltiples intercambios de historias, momentos, y recuerdos que se asocian a esta cepa, y la mayoría de las veces resultan no ser coincidentes, pero en lo que si hay un nivel de acuerdo es esa complejidad de miradas que lo califican como exótico, personal y muy diferente a las demás uvas.
Su origen muchas veces es discutido, ya que se dice que su procedencia fue de la ciudad persa de Shiraz, en Medio Oriente, cuando por otra parte otros lo señalan como Sicilia, pero sin embargo muchos otros estudiosos del tema destacan que su origen sería de la región del Ródano, en Francia. Más adelante será introducido en Australia a mediados del siglo XIX, donde en la actualidad se desempeña maravillosamente.
En general el cultivo de la cepa Syrah no es tan complejo, requiere temperaturas cálidas y una buena cantidad de sol y es bastante resistente a las enfermedades. Los racimos son de tamaño mediano, muy compacto, siendo sus bayas pequeñas, con una piel algo gruesa y de color azulado intenso.
Se han hecho blends de Syrah con variedades como el Cabernet Sauvignon, el Merlot, la Garnacha e incluso con la variedad blanca Viognier, presentando una atrapante combinación de aromas y sabores de características muy particulares.
Con cada uno de sus descriptores es que el Syrah abre el camino a sus misterios. Muchas veces se sostiene que esta variedad tiene dos realidades, por un lado una más especiada y floral, y por el otro con una faceta más identificada con las frutas, que corresponden a los terruños australianos.
Su color es en muchas ocasiones de un violeta intenso, penetrante a la vista, aromas que presentan un abanico de frutas rojas y negras, mermeladas de ciruela, cassis, grosella, en muchos casos violetas, trufas, clavo de olor, pero también notas ahumadas, cuero, grafito que expresan señales de una uva agreste y sumamente atrevida. En la boca alcanza una destacada acidez, muy rica en taninos y que le sienta muy bien el paso por barricas, lo que en muchos casos le otorga aún más personalidad, pero también da unos excelentes vinos jóvenes.
Como podemos ver, la variedad Syrah expresa esa multiplicidad de sensaciones distintivas, colores, aromas y sabores inquietantes, emulada aún más por las pasiones y ambiguas personalidades, cómplices de avasallantes recuerdos que trasladan nuestros sentidos hacia mágicas veladas solo iluminadas por el brillo propio que deja su huella de distinción. Bon Appetit.